Monsiváis describe a la Carpa y que ahí nace el mito de Cantinflas. “Este sobrenombre bautiza un lenguaje y una actitud: la que va apeñuscando palabras sin orden alguno, la que consagra la oración incoherente, el mucho ruido sin ninguna nuez que lo justifique. La carpa fue la fuente castalia de todos nuestros humoristas y permitió, por el diálogo despiadado a que obligaba y por el ingenio espontáneo que requería, el surgimiento de numerosas generaciones de cómicos que, en las pruebas de fuego del calambur, en el desafío verbal, creaban e inventaban su personalidad”
