A fines de diciembre de 1990, el Congreso de Chiapas, de abrumadora mayoría priista, despenaliza el aborto en la entidad. La reacción de la derecha es inmediata: ¿Se requiere reanudar la guerra Santa? ¿Cómo desafía el gobierno a su gran aliada, la iglesia católica? Nadie concede que una legislatura local, por definición inocua, emprenda por su cuenta un acto de tan vastas consecuencias.