En los años cincuenta los "esotéricos" son una minoría localizada, los marginales en el filo de la navaja entre el choteo y la curiosidad silente. El rock, el consumo de droga anterior al narcotráfico, las puertas de la percepción, la divulgación de textos sagrados de otras religiones y, muy especialmente, la certeza de que hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que sueña tu filosofía, multiplican creencias y comportamientos hasta ese momento sólo calificados de "excéntricos" o, para ser más precisos, de "ridículos". Pero burlas y criterios "de objetividad" no inhiben a quienes ya no se conforman o no aceptan los ofrecimientos racionales o irracionales a su alcance. Se acepte o no, la diversidad de creencias y grupos "esotéricos”, que han sobrevivido al marxismo, forma parte inequívoca del México plural. La pluralidad, cabe repetir, no quiere decir el ejército de creencias contiguas, aisladas en su ámbito, sino el modo en que esta variedad afecta a uno.
