Murió la Doña y todas las celebridades maquillaron sus discursos. Días después un querido aguafiestas publicó esta necrología, un género venido a menos en la tradición Hispanoamérica, en la que los difuntos ilustres suelen ser cadáveres intachables. Fue una magistral excepción para entender a la diva del cine mexicano. Hasta ahora la pelea por la herencia de María Bonita sigue despertando las feas pasiones: sus restos tuvieron que ser exhumados, y su recuerdo póstumo podría ser un mal guion de Televisa sobre el escándalo
